lunes, 8 de junio de 2009

Envidia.

Ah! Avinagrada y ajada envidia.
Envidia tienes del que disfruta.
Aquí, soy tu esclava y debo hacer lo que tú digas.
Ah! puta moralina que oprimes mi reveldía!

Pero yo puedo volar,
y llego lejos, a donde tú no me puedes seguir.
Fuera de tu alcance, te puedo insultar!

Yo no soy como tú, ni lo seré jamás.
No me amonestes por ello, ya soy immune a tus riñas.
No hago, ni haré lo que debo! Y lo hago lo mejor que puedo!

Soy la que se enfada a tus espaldas.
La que te ridiculiza cuando no estás.
Soy esa hipócrita que habeis creado.

Aún que después me arrepienta,
disfruto insultando.
Dejo libre al león,
a la fiera, etérnamente enjaulada.

Bajo mi cuerpo de cordero,
hay un monstruo voraz enfermo de odio.
Mas me avergüenzo de sus rugidos
y lo callo con sonrisas.

Antropófago.



Socávame si hace falta,
busca lo que no se ha dicho.
Como en un juego de infantes
al que solo tú puedes acceder.

Entra o sal,
dependiendo de la partida que quieras seguir.
Encuentra la ambrosía rajando mi vientre.
Mátame si es necesario!

Descuartiza mi cadáver,
¡encuéntrame el alma!
Despójame de mi carne, y
Cómeme!



Yo no soy yo.

.
.
.


Yo,
no soy yo.

Yo,
soy tú,
y aquél filtrado por ti.

Yo soy poca cosa.
Soy un amasijo de tonteces.

Soy la cara que quieras ver.


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